Señores Dirigentes del Partido Revolucionario Cubano, Partido del Pueblo Cubano, Organización Auténtica, Federación Estudiantil Universitaria, Directorio Revolucionario y Directorio Obrero Revolucionario:
Un deber moral, patriótico e incluso, histórico, me obliga a dirigirles esta carta, motivada en hechos y circunstancias que nos han embargado profundamente estas semanas, que han sido, además, las más arduas y atareadas desde nuestra llegada a Cuba.
Porque fue, precisamente, el miércoles 20 de Noviembre, día en que nuestras fuerzas sostuvieron tres combates en el solo término de seis horas, y que da idea de los sacrificios y esfuerzos que sin la menor ayuda por parte de otras organizaciones, realizan aquí nuestros hombres, cuando se recibió, en nuestra zona de operaciones, la noticia sorpresiva y el documento que contiene las bases públicas y secretas, del Pacto de Unidad, que se dice suscrito en Miami por el Movimiento 26 de Julio y esas organizaciones a las que me dirijo.
Coincidió la llegada de esos papeles, tal vez si por una ironía más del destino, cuando lo que necesitamos son armas, con la más intensa ofensiva que ha lanzado la tiranía contra nosotros.
En las condiciones nuestras de lucha las comunicaciones son difíciles. A pesar de todo, ha sido preciso reunir en plena campaña a los líderes de nuestra Organización para atender este asunto, donde no sólo el prestigio, sino incluso, la razón histórica del 26 de Julio, se han puesto en juego.
Para quienes están luchando contra un enemigo incomparablemente superior en número y armas, y que no han tenido, durante un año entero, otro sostén que la dignidad con que se debe combatir por una causa a la que se ama con sinceridad y la convicción de que vale la pena morir por ella, en el amargo olvido de otros compatriotas, que habiendo tenido todos los medios para hacerlo, le han negado sistemáticamente, por no decir criminalmente, toda ayuda; y han visto tan de cerca el sacrificio diario en su forma más pura y desinteresada, y han sentido tantas veces el dolor de ver caer a los mejores compañeros; cuando no se sabe cuál de los que están a nuestro lado van a caer en nuevos e inevitables holocaustos, sin ver siquiera el día del triunfo que con tanto tesón están labrando, sin otra aspiración ni consuelo que la esperanza de que sus sacrificios no serán en vano; forzoso es comprender que la noticia de un pacto, amplia e intencionadamente divulgado, que compromete la conducta futura del Movimiento, sin que se haya tenido siquiera la delicadeza, si no ya la obligación elemental, de consultar a sus dirigentes y combatientes, tiene que resultar altamente hiriente e indignante para todos nosotros.
Proceder de manera incorrecta trae siempre las peores consecuencias. Y esto es algo que debieran tener muy presente quienes se consideren aptos para empresa tan ardua como derrocar una tiranía y, lo que es más difícil aún, lograr el reordenamiento del país después de un proceso revolucionario.
El Movimiento 26 de Julio, no designó ni autorizó ninguna delegación para discutir dichas negociaciones. Empero, no habría tenido inconveniente en designarla si se le consulta sobre dicha iniciativa y se habría preocupado de darle instrucciones muy concretas a sus representantes por tratarse de algo tan serio para las actividades presentes y futuras de nuestra organización.
Por el contrario. Las noticias que poseíamos acerca de las relaciones con algunos de esos sectores se concretaban a un informe del Sr. Léster Rodríguez, delegado de Asuntos Bélicos en el extranjero, con facultades limitadas a esos efectos exclusivamente y que decía lo siguiente:
“Con respecto a Prío y al Directorio, te diré que sostuve una serie de entrevistas con ellos, para coordinar planes de tipo militar, única y exclusivamente, hasta lograr la formación de un Gobierno Provisional, garantizado y respetado por los tres sectores.
Como es lógico, mi proposición fue que se aceptara la carta de la Sierra en la que se exponía que ese Gobierno debía formarse de acuerdo con la voluntad de las fuerzas cívicas del país. Esto trajo la primera dificultad.
Cuando se produjo la conmoción de la huelga general, realizamos una reunión de urgencia. Propuse que se utilizaran todos los efectivos que se tenían de una manera inmediata y que intentáramos decidir el problema de Cuba de una vez.
Prío contestó que él no tenía los suficientes efectivos como para realizar una cosa que resultara victoriosa y que aceptar mi planteamiento era una locura.
A todo esto le contesté que cuando él considerara que lo tenía todo listo para zarpar me avisara, para entonces poder hablar de posibles pactos, pero que mientras tanto me hiciera el favor de dejarme trabajar a mí y por tanto a lo que yo represento dentro del Movimiento 26 de Julio, con entera independencia.
En definitiva, que no existe ningún compromiso con esos señores y creo que en el futuro tampoco es recomendable tenerlo, puesto que en el momento que más falta le hacía a Cuba, negaron que poseían el material, que en estos días les han ocupado y que es de una cuantía tal que mueve a indignación…”
Este informe, que habla por sí solo, confirmaba nuestra sospecha, que de afuera no podíamos esperar los rebeldes ayuda alguna.
Si las organizaciones que ustedes representan, hubiesen considerado conveniente discutir bases de unidad con algunos miembros de nuestro Movimiento, dichas bases, tanto más cuanto que alteraban en lo fundamental los planteamientos suscritos por nosotros en el manifiesto de la Sierra Maestra, no se podían dar a la publicidad, por ningún concepto, como acuerdo concluido, sin el conocimiento y la aprobación de la Dirección Nacional del Movimiento.
Obrar de otra forma, es pactar para la publicidad e invocar fraudulentamente el nombre de nuestra organización.
Se ha dado el caso insólito, de que cuando la Dirección Nacional, que radica clandestinamente en un lugar de Cuba, se disponía, apenas recibidas, a rechazar las bases públicas y privadas que se proponían como fundamentos del pacto, tuvo conocimiento por hojas clandestinas y por la prensa extranjera que habían sido dadas a la publicidad como acuerdo concertado, viéndose ante un hecho consumado en la opinión nacional y extranjera, y en la alternativa de tener que desmentirlo con la secuela de confusionismo nocivo que ello implicaría o aceptarlo sin haber expuesto siguiera sus puntos de vista. Y, como es lógico suponer, cuando las bases llegaron a nosotros, en la Sierra el documento tenía ya muchos días de publicado.
En esta encrucijada, la Dirección Nacional, antes de proceder a desmentir públicamente dichos acuerdos, les planteó a ustedes la necesidad de que fueran desarrollados por la junta una serie de puntos que recogían los planteamientos del manifiesto de la Sierra Maestra, mientras convocaba a una reunión en territorio rebelde en la que ha sido valorado el pensamiento de todos sus miembros y adoptado acuerdo unánime al respecto, cuyo contenido inspira este documento.
Naturalmente, que todo acuerdo de unidad tenía que ser forzosamente bien acogido por la opinión pública nacional e internacional; entre otras razones, porque, en el extranjero se ignora la situación real de las fuerzas políticas y revolucionarias que se oponen a Batista, y en Cuba, porque la palabra unidad cobró mucho prestigio, en días que por cierto, la correlación de fuerzas era muy distinta de lo que es hoy, y en fin de cuentas, porque siempre es positivo aunar todos los esfuerzos, desde los más entusiastas hasta los más tibios…
Pero lo importante para la revolución, no es la unidad en sí, sino las bases de dicha unidad, la forma en que se viabilice y las intenciones patrióticas que la animen.
Concertar dicha unidad sobre bases que no hemos discutido siquiera, suscribirlas con personas que no estaban facultadas para ello y darla a la publicidad, sin otro trámite desde una cómoda ciudad extranjera, colocando al Movimiento en la situación de afrontar la opinión engañada por un pacto fraudulento, es una zancadilla de la peor especie en que no se puede hacer caer a una organización verdaderamente revolucionaria, es un engaño al país, es un engaño al mundo.
Y eso sólo es posible por el simple hecho de que mientras los dirigentes de las demás organizaciones que suscriben ese pacto se encuentran en el extranjero haciendo una revolución imaginaria, los dirigentes del Movimiento 26 de Julio están en Cuba, haciendo una revolución real.
Estas líneas, sin embargo, estarían de más; no las habría escrito por muy amargo y humillante que fuese el procedimiento mediante el cual se ha querido mancomunar el Movimiento a dicho pacto, ya que las discrepancias de forma no deben privar nunca sobre lo esencial.
Lo habríamos aceptado a pesar de todo por lo que de positivo tiene la unidad, por lo que reútil tienen ciertos proyectos concebidos por la Junta, por la ayuda que se nos ofrece y que realmente necesitamos, si no estuviéramos sencillamente en desacuerdo con algunos puntos esenciales de las bases.
Por muy desesperada que fuese nuestra situación, por muchos miles de soldados que la Dictadura, en el esfuerzo que realiza por aniquilarnos, logre movilizar sobre nosotros, y tal vez con más ahínco por todo ello, ya que nunca humilla más una condición onerosa que cuando las circunstancias son apremiantes, jamás aceptaremos el sacrificio de ciertos principios que son cardinales en nuestro modo de concebir la revolución cubana.
Esos principios están contenidos en el manifiesto de la Sierra Maestra.
Suprimir en el documento de unidad la declaración expresa de que se rechaza todo tipo de intervención extranjera en los asuntos internos de Cuba, es de una evidente tibieza patriótica y una cobardía que se denuncia por sí sola.
Declarar que somos contrario a la intervención no es sólo pedir que no se haga a favor de la revolución, porque ello iría en menoscabo de nuestra soberanía e, incluso, en menoscabo de un principio que afecta a todos los pueblos de América; es pedir también que no se intervenga a favor de la Dictadura enviándole aviones, bombas, tanques y armas modernas con las cuales se sostiene en el poder, y que nadie como nosotros y, sobre todo, la población campesina de la Sierra ha sufrido en sus propias carnes.
En fin, porque lograr que no se intervenga es ya derrocar la tiranía. ¿Es que vamos a ser tan cobardes que no vayamos a demandar siquiera la no intervención a favor de Batista? ¿O tan insinceros que la estemos solicitando bajo cuerda para que nos saquen las castañas del fuego? ¿O tan mediocres que no nos atrevamos a pronunciar una palabra a ese respecto? ¿Cómo, entonces, titularnos revolucionarios y suscribir un documento de unidad con ínfulas de acontecimiento histórico?
En el documento de unidad se suprime la declaración expresa de que se rechaza todo tipo de junta militar para gobernar provisionalmente la República.
Lo más nefasto que pudiera sobrevenir a la nación en estos instantes, por cuanto estaría acompañada de la ilusión engañosa de que el problema de Cuba se ha resuelto con la ausencia del Dictador, es la sustitución de Batista por una Junta Militar.
Y algunos civiles de la peor ralea, cómplices, incluso, del 10 de Marzo, y hoy divorciados de él, tal vez si por más tanguistas y ambiciosos todavía, están pensando en esas soluciones que sólo verían con agrado los enemigos del progreso del país.
Si la experiencia ha demostrado en América que todas las juntas militares derivan de nuevo hacia la autocracia; si el peor de los males que han azotado este continente es el enraizamiento de las castas militares en países con menos guerras que Suiza y más generales que Prusia, si una de las más legítimas aspiraciones de nuestro pueblo en esta hora crucial, en que se salva o se hunde por muchos años su destino democrático y republicano, es guardar, como el legado más precioso de sus libertadores, la tradición civilista que se inició en la misma gesta emancipadora y se rompería el día mismo que una junta de uniforme presidiera la república (lo que no intentaron jamás ni los más gloriosos generales de nuestra independencia en la guerra ni en la paz); ¿hasta qué punto vamos a renunciar a todo, que por miedo a herir susceptibilidades, más imaginarias que reales en los militares honestos que puedan secundarnos, vayamos a suprimir tan importante declaración de principios?, ¿es que no se comprende que una definición oportuna podría conjurar a tiempo el peligro de una junta militar que no serviría más que para perpetuar la guerra civil?
Pues bien: no vacilamos en declarar que si una Junta militar sustituye a Batista, el Movimiento 26 de Julio seguirá resueltamente su campaña de liberación.
Preferible es luchar más hoy a caer mañana en nuevos e infranqueables abismos.
¡Ni Junta militar, ni gobierno títere juguete de militares!
¡Los civiles a gobernar con decencia y honradez, los soldados, a sus cuarteles; y cada cual a cumplir con su deber!
¿O es que estamos esperando por los generales del 10 de Marzo a quienes Batista gustosamente cedería el poder cuando lo considere insostenible como el modo más viable de garantizar el tránsito con el menor daño a sus intereses y los de su camarilla?
¿Hasta qué punto la imprevisión, la ausencia de elevadas proyecciones, la falta de verdaderos deseos de lucha, puede cegar a los políticos cubanos?
Si no hay fe en el pueblo, si no se confía en sus grandes reservas de energía y de lucha, no hay derecho a poner las manos sobre su destino para torcerlo y desviarlo, en los instantes más heroicos y prometedores de su vida republicana.
Que no se inmiscuyan los procedimientos de la mala política en el proceso revolucionario, ni sus ambiciones pueriles, ni sus afanes de encumbramiento personal, ni su reparto previo de botín, que en Cuba están cayendo los hombres por algo mejor.
¡Háganse revolucionarios los políticos, si así lo desean; pero no conviertan la revolución en política bastarda, que es mucha la sangre y muy grandes los sacrificios de nuestro pueblo en esta hora para merecer tan ingrata frustración futura!
Aparte de estos dos principios fundamentales omitidos en el documento de Unidad, estamos totalmente en desacuerdo con otros aspectos del mismo.
Aún aceptando el inciso B, de la base secreta No.2, relativo a las facultades de la Junta de Liberación que dice:
“Nombrar al Presidente de la República que deberá ejercer el cargo en el Gobierno Provisional”, no podemos aceptar el inciso C, de esa misma base, que incluye entre dichas facultades; “Aprobar o desaprobar, en forma global, el Gabinete que nombre el Presidente de la República, así como los cambios en el mismo en casos de crisis total o parcial”.
¿Cómo se concibe que la atribución del Presidente para designar y sustituir a sus colaboradores quede sujeta a la aprobación o no de un organismo extraño a los poderes del Estado?
¿No es claro que integrada dicha Junta por representantes de partidos y sectores distintos, y por tanto de distintos intereses, la designación de los miembros del Gabinete se convertiría en un reparto de posiciones como único medio de llegar a acuerdo en cada caso?
¿Es posible la aceptación de una base que implique el establecimiento de dos ejecutores dentro del Estado?
La única garantía que todos los sectores del país deben exigir del gobierno provisional es el ajuste de su misión a un programa mínimo determinado e imparcialidad absoluta como poder moderador en la etapa de tránsito hacia la completa normalidad constitucional.
Pretender inmiscuirse en la designación de cada ministro lleva implícita la aspiración al control de la administración pública para ponerla al servicio de los intereses políticos, explicable solamente en partidos u organizaciones que por carecer de respaldo de masas sólo pueden sobrevivir dentro de los cánones de la política tradicional, pero que está reñido con los altos fines revolucionarios y políticos que persigue para la República el Movimiento 26 de Julio.
La sola presencia de bases secretas que no se refieran a cuestiones de organización para la lucha o planes de acción y sí a cuestiones que tanto interesa a la nación como es la estructuración del futuro gobierno y deben por tanto proclamarse públicamente, es de por sí inaceptable.
Martí dijo que, en la Revolución, los métodos son secretos, pero los fines deben ser siempre públicos.
Otro punto que resulta igualmente inadmisible para el Movimiento 26 de Julio, es la base secreta No. 8 que dice textualmente:
“Las fuerzas revolucionarias se incorporarán a los institutos armados regulares de la República, con sus armas”.
En primer término:
¿qué se entiende por fuerzas revolucionarias? ¿Es que puede dársele carnet de policía, marino o soldado a cuantos se presenten a última hora con un arma en la mano?
¿Es que puede dárseles uniformes e investir agentes de autoridad a los que tienen hoy las armas escondidas para sacarlas a relucir el día del triunfo y se cruzan de brazos mientras un puñado de compatriotas se bate contra todas las fuerzas de la tiranía?
¿Es que vamos a darle cabida en un documento revolucionario al germen mismo del gangsterismo y la anarquía que fueron escarnio de la República en días no muy lejanos?
La experiencia, en el territorio dominado por nuestras fuerzas nos ha enseñado que el mantenimiento del orden público es cuestión capital para el país.
Los hechos nos han demostrado que tan pronto se suprime el orden existente una serie de trabas se desatan y la delincuencia, si nos es frenada a tiempo, germina por doquier.
La aplicación oportuna de medidas severas, con pleno beneplácito público, puso fin al brote de bandolerismo. Los vecinos, acostumbrados, antes a ver en el agente de autoridad un enemigo del pueblo, apañaban con sentido hospitalario al perseguido o prófugo de la justicia.
Hay, que ve en nuestros soldados los defensores de sus intereses, reina el orden más completo y sus mejores guardianes son los propios ciudadanos.
La anarquía es el peor enemigo de un proceso revolucionario. Combatirla desde ahora es una necesidad fundamental.
Quién no quiera comprenderlo es porque no le preocupa el destino de la Revolución, y es lógico que no le preocupe a los que no se han sacrificado por ella.
El país debe saber que habrá justicia, pero dentro del más estricto orden y que el crimen será castigado, venga de donde viniere.
El Movimiento 26 de Julio, reclama para sí la función de mantener el orden público y reorganizar los institutos armados de la República.
1º Porque es la única organización que posee milicias organizadas disciplinadamente en todo el país y un ejército en campaña con veinte victorias sobre el enemigo.
2º Porque nuestros combatientes han demostrado un espíritu de caballerosidad ausente de todo odio contra los militares, respetando invariablemente la vida de los prisioneros, curando a sus heridos en combate, no torturando jamás un adversario ni aun sabiéndolo en posesión de informes importantes, y han mantenido esta conducta de guerra con una ecuanimidad que no tiene precedentes.
3º Porque a los Institutos Armados hay que impregnarlos de ese espíritu de Justicia e hidalguía que el Movimiento 26 de Julio ha sembrado en sus propios soldados.
4º Porque la serenidad con que hemos actuado en esta lucha es la mejor garantía de que los militares honorables nada tienen que temer de la Revolución, ni habrán de pagar las culpas de los que con sus hechos y crímenes han cubierto de oprobio el uniforme militar.
Hay todavía algunos aspectos difíciles de comprender en el documento de Unidad.
¿Cómo es posible llegarse a un acuerdo sin una estrategia definida de lucha?
¿Continúan los auténticos pensando en el “putsch” en la capital?
¿Continuarán acumulando armas y más armas que tarde o temprano caen en manos de la policía, antes que entregarla a los que están combatiendo?
¿Han aceptado al fin la tesis de huelga general, sostenida por el Movimiento 26 de Julio?
Ha habido, además, a nuestro entender, una lamentable subestimación de la importancia que desde el punto de vista militar tiene la lucha de Oriente.
En la Sierra Maestra no se libra en estos instantes una guerra de guerrillas, sino una guerra de columnas.
Nuestras fuerzas, inferiores en número y equipo, aprovechan hasta el máximo las ventajas del terreno, la vigilancia permanente sobre el enemigo y la mayor rapidez en los movimientos.
Demás está decir que el factor moral cobra en esta lucha una singular importancia. Los resultados han sido asombrosos y algún día se conocerán todos sus detalles.
La población entera está sublevada. Si hubiese armas, nuestros destacamentos no tendrían que cuidar ninguna zona.
Los campesinos no permitirían pasar un solo enemigo.
Las derrotas de la tiranía, que se obstina en mandar numerosas fuerzas, podrían ser desastrosas.
Todo cuanto les diga de cómo se ha despertado el valor en este pueblo sería poco. La Dictadura toma represalias bárbaras.
Los asesinatos en masa de campesinos no tienen nada que envidiar a las matanzas que perpetraban los nazis en cualquier país de Europa.
Cada derrota se la cobran a la población indefensa.
Los partes del Estado Mayor anunciando bajas rebeldes son precedidos siempre de alguna masacre.
Eso ha llevado al pueblo a un estado de rebeldía absoluto.
Lo que ha dolido, lo que ha hecho sangrar el alma muchas veces, es pensar que nadie le ha enviado a ese pueblo un solo fusil, que mientras aquí los campesinos ven incendiadas sus casas y asesinadas sus familias, implorando fusiles desesperadamente, hayan en Cuba armas escondidas que no se emplean ni para aniquilar un miserable esbirro, y esperan a que la policía las recoja o la tiranía caiga o los rebeldes sean exterminados…
No puede haber sido más innoble el proceder de muchos compatriotas. Aún hoy es tiempo de rectificar y ayudar a los que luchan.
Para nosotros, desde el punto de vista personal, carece de importancia.
Nadie se moleste en pensar que habla el interés o el orgullo.
Nuestro destino está sellado y ninguna incertidumbre nos angustia: o morimos aquí hasta el último rebelde y parecerá en las ciudades toda una generación joven o triunfamos contra los más increíbles obstáculos.
Para nosotros no hay ya derrota posible.
El año de sacrificios y heroísmo que han resistido nuestros hombres ya no lo puede borrar nada; nuestras victorias están ahí y tampoco podrán borrarse fácilmente.
Nuestros hombres, más firmes que nunca, sabrán combatir hasta la última gota de sangre.
La derrota será para los que nos han negado toda ayuda; para los que comprometidos en su inicio con nosotros, nos dejaron solos; para os que faltos de fe en la dignidad y el ideal, gastaron su tiempo y su prestigio en tratos vergonzosos con el despotismo trujillista; para los que teniendo armas las escondieron cobardemente en la hora de lucha.
Los engañados son ellos y no nosotros.
Una cosa podemos afirmar con seguridad: si hubiéramos visto a otros cubanos combatiendo por la libertad, perseguidos y a punto de ser exterminados; si los hubiéramos visto resistir día a día sin rendirse ni cejar en el empeño, no habríamos vacilado un minuto en acudir y morir si fuera preciso junto a ellos.
Porque somos cubanos y los cubanos no permanecen impasibles ni cuando se lucha por la libertad en cualquier otro país de América.
¿Que los dominicanos se reúnen en un islote para liberar su pueblo?
Por cada dominicano llegan diez cubanos.
¿Qué los secuaces de Somoza invaden Costa Rica?
Allá corren los cubanos a luchar.
¿Cómo ahora, que en su propia patria se está librando por la libertad la más recia batalla, hay cubanos en el exilio, expulsados de su patria por la tiranía, que le niegan su ayuda a los cubanos que combaten?
¿O es que para ayudarnos nos exigen condiciones leoninas?
¿Es que para ayudarnos tenemos que ofrecer la República convertida en botín?
¿Es que para ayudarnos tenemos que abjurar del ideal y convertir esta guerra en un mero arte de matar semejantes, en un derramamiento inútil de sangre, que no prometa a la patria la recompensa que espera de tanto sacrificio?
La dirección de la lucha contra la tiranía está y seguirá estando en Cuba y en manos de los combatientes revolucionarios.
Quienes quieran en el presente y en el futuro que se les considere Jefes de la Revolución deben estar en el país afrontando directamente las responsabilidades, riesgos y sacrificios que demanda el minuto cubano.
El exilio debe cooperar a esa lucha, pero resulta absurdo que se nos pretenda decir desde afuera qué pico debemos tomar, qué caña podemos quemar, qué sabotaje hemos de realizar o en qué momento, circunstancias y forma podemos desencadenar la huelga general.
Ello, además de absurdo, resulta ridículo.
Ayúdese desde el extranjero, recogiendo dinero entre los exilados y emigrados cubanos, haciendo campaña por la causa de Cuba en la prensa y la opinión pública; denúnciese desde allá los crímenes que aquí estamos sufriendo, pero no se pretenda dirigir desde Miami una Revolución que se está haciendo en todas las ciudades y campos de la Isla, en medio del combate, la agitación, el sabotaje, la huelga y las mil formas más de acción revolucionaria que ha precisado la estrategia de lucha del Movimiento 26 de Julio.
La Dirección Nacional está dispuesta, y así lo ha precisado más de una vez, a hablar en Cuba con los dirigentes de cualquier organización oposicionista, para coordinar planes específicos y producir hechos concretos que se estimen útiles al derrocamiento de la tiranía.
La huelga general se llevará a cabo por la efectiva coordinación de los esfuerzos del Movimiento de Resistencia Cívica, el Frente Obrero Nacional y de cualquier sector equidistante de patidarismo político y en íntimo contacto con el Movimiento 26 de Julio, por ser hasta el momento la única organización oposicionista que combate en todo el país.
La Sección Obrera del 26 de Julio, está yendo a la organización de los comités de huelga en cada centro de trabajo y sector de industria, con los elementos oposicionistas de todas las militancias que en los mismos estén dispuestos al paro y ofrezcan garantía moral de que lo van a llevar a cabo.
La organización de esos comités de huelga, integrarán el Frente Obrero Nacional que será la única representación del proletariado que el 26 de Julio reconocerá como legítima.
El derrocamiento del dictador lleva en sí el desplazamiento del congreso espúreo, de la dirigencia de la CTC y de todos los alcaldes, gobernadores y demás funcionarios que directa o indirectamente se hayan apoyado, para escalar el cargo, en las supuestas elecciones del 1º de Noviembre de 1954 ó en el Golpe militar del 10 de Marzo de 1952.
Lleva en sí también la inmediata libertad de los presos y detenidos políticos civiles y militares así como el encauzamiento de todos los que tengan complicidad en el crimen, la arbitrariedad y la misma tiranía.
El nuevo gobierno se regirá por la Constitución de 1940 y asegurará todos los derechos que ella reconoce, y será equidistante de todo partidarismo político.
El Ejecutivo asumirá las funciones legislativas que la Constitución atribuye al Congreso de la República y tendrá por principal deber conducir al país a Elecciones Generales, de acuerdo con el Código Electoral de 1943 y la Constitución de 1940, y desarrollar el programa mínimo de diez puntos expuestos en el manifiesto de la Sierra Maestra.
Se declarará disuelto el actual Tribunal Supremo por haber sido impotente para resolver la situación antijurídica creada por el Golpe de Estado sin perjuicio de que posteriormente se designen algunos de sus actuales miembros, siempre que hayan defendido los principios constitucionales, o mantenido una firme actitud frente al crimen, la arbitrariedad y el abuso de estos años de tiranía.
El Presidente de la República, decidirá la forma de constituir el nuevo Tribunal Supremo y éste a su vez procederá a reorganizar todos los tribunales y las instituciones autónomas, separando de sus funciones a todos aquellos que considere hayan tenido manifiesta complicidad con la tiranía, sin perjuicio de remitirlos a los tribunales en los casos en que procedan.
La designación de los nuevos funcionarios se hará de acuerdo con lo que en cada caso determine la ley.
Los partidos políticos sólo tendrán un derecho en la provisionalidad: la libertad para defender ante el pueblo su programa, para movilizar y organizar a la ciudadanía dentro del amplio marco de nuestra Constitución y para concurrir a las elecciones generales que se convoquen.
En el Manifiesto de la Sierra Maestra se planteó desde entonces la necesidad de designar la persona llamada a ocupar la Presidencia de la República, exponiendo nuestro Movimiento su criterio de que la misma debía ser seleccionada por el Conjunto de Instituciones Cívicas.
Comoquiera que a pesar de haber transcurrido cinco meses ese trámite no se ha cubierto todavía y es más urgente que nunca dar al país la respuesta a la pregunta de quién sucederá al Dictador, y no es posible esperar un día más sin dar satisfacción a esta interrogante nacional, el Movimiento 26 de Julio se la contesta y la presenta ante el pueblo como la única fórmula posible de garantizar la legalidad y el desarrollo de las anteriores bases de unidad y del propio Gobierno Provisional.
Esa figura debe ser el digno Magistrado de la Audiencia de Oriente, Doctor Manuel Urrutia Lleó.
No somos nosotros, sino su propia conducta quien lo indica y esperamos que no le niegue este servicio a la República.
Las razones que lo señalan por sí solas son las siguientes:
1º Ha sido el funcionario Judicial que más alto ha puesto el nombre de la Constitución cuando declaró, en los estrados del tribunal, en la causa por los expedicionarios del Granma, que organizar una fuerza armada contra el régimen no era delito, sino perfectamente lícito de acuerdo con el espíritu y la letra de la Constitución y la Ley, gesto sin precedentes de un magistrado en la historia de nuestras luchas por la libertad.
2º Su vida consagrada a la recta administración de Justicia es garantía de que tiene la suficiente preparación y carácter para servir de equilibrio a todos los intereses legítimos en los momentos que la tiranía sea derrocada por la acción del pueblo. 3º Porque nadie como el Dr. Manuel Urrutia para ser equidistante de partidarismos, ya que no pertenece a ninguna agrupación política, precisamente por su condición de funcionario judicial. Y no hay otro ciudadano de su prestigio, que fuera de toda militancia se haya identificado tanto con la causa revolucionaria.
Además, por su condición de Magistrado, es la fórmula que más se acerca a la constitucionalidad.
Si se rechazan nuestras condiciones, las condiciones desinteresadas de una organización a la que ninguna otra aventaja en sacrificios, a la que no se consultó siguiera para invocar su nombre en un manifiesto de unidad que no suscribió, seguiremos solos la lucha como hasta hoy, sin más armas que las que arrebatamos al enemigo en cada combate, sin más ayuda que la del pueblo sufrido, son más sostén que nuestros ideales.
Porque en definitiva: ha sido solo el Movimiento 26 de Julio quien ha estado y está realizando acciones en todo el país; han sido sólo los militantes del 26 de Julio quienes trasladaron la rebeldía de las agrestes montañas de Oriente a las provincias occidentales del país; son únicamente los militantes del 26 de Julio quienes llevan a cabo el sabotaje, ajusticiamiento de esbirros, quemas de caña y demás acciones revolucionarias; ha sido sólo el Movimiento 26 de Julio quien pudo organizar revolucionariamente a los obreros en toda la nación; es sólo también el 26 de Julio quien puede hoy emprender la estrategia de los comités de huelga; ha sido sólo el 26 de Julio el único sector que cooperó a la organización del Movimiento de Resistencia Cívica, donde hoy se aglutinan los sectores cívicos de casi todas las localidades de Cuba.
Decir todo esto habrá quien lo entienda una arrogancia, pero es que además ha sido solo el Movimiento 26 de Julio quien ha declarado que no quiere participación en el Gobierno Provisional y que pone toda su fuerza moral y material a disposición del ciudadano idóneo para presidir la provisionalidad necesaria.
Entiéndase bien que nosotros hemos renunciado a posiciones burocráticas o a participación en el Gobierno; pero sépase de una vez por todas, que la militancia del 26 de Julio no renuncia ni renunciará jamás a orientar y dirigir al pueblo desde la clandestinidad, desde la Sierra Maestra o desde las tumbas donde están mandando nuestros muertos.
Y no renunciamos, porque no somos nosotros, sino toda una generación que tiene el compromiso moral con el pueblo de Cuba de resolver sustancialmente sus grandes problemas.
Y solos sabremos vencer o morir.
Que nunca será la lucha más dura que cuando éramos solamente doce hombres, cuando no teníamos un pueblo organizado y aguerrido en toda la Sierra, cuando no teníamos como hoy una organización poderosa y disciplinada en todo el país, cuando no contábamos con el formidable respaldo de masas evidenciado con la muerte de nuestro inolvidable Frank País.
Que para caer con dignidad no hace falta compañía.
Por la dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio Fidel Castro Ruz Sierra Maestra, Dic. 14 de 1957
Fuentes: